Beneficios del Yoga

La práctica de esta milenaria disciplina oriental aporta numerosas ventajas tanto a nivel físico como mental

El yoga aporta numerosos beneficios para nuestro bienestar integral. En este sentido, es una de las mejores formas para mejorar tu salud, tanto física como mental. Y es que esta disciplina oriental ofrece incontables beneficios para quien la practica.

Desde la tonificación de los músculos hasta la reducción del estrés, la práctica del yoga aporta múltiples beneficios para nuestro cuerpo, pero también para nuestra mente. Coincidiendo con la celebración, este domingo, del Día Internacional del Yoga, repasamos algunos de los beneficios que nos aportará la realización de las prácticas físicas, espirituales y meditativas que promulga esta popular disciplina oriental.

Beneficios del Yoga – Físicos

Mejora nuestra flexibilidad. Las posturas del yoga (asanas) pueden parecer propias del mundo circense, pero en realidad nos ayudan a combatir la rigidez del cuerpo y mejoran de forma sustancial nuestra flexibilidad.

Fortalece y tonifica los músculos. Además de potenciar nuestra flexibilidad, los asanas inciden también en el desarrollo muscular y en nuestra fuerza física.

Mejora la respiración. La técnica de respiración que inspira el yoga (pranayama) nos ayudará a aumentar nuestra capacidad pulmonar, hará que respiremos de forma correcta y a la vez conseguiremos una mayor oxigenación de la sangre, mejorando nuestra circulación sanguínea.

Reduce los factores de riesgo de enfermedades cardiovasculares. Esta mejora de la circulación sanguínea, fruto de la estimulación de los procesos metabólicos y anabólicos, incidirá a su vez muy positivamente en una importante reducción de los factores de riesgo de este tipo de patologías.

Mejora la postura del cuerpo. Las posturas y los ejercicios que promulga el yoga nos ayudan a mantener una buena postura de nuestro cuerpo, convirtiéndose en un magnífico remedio para luchar contra los dolores y lesiones de la espalda.

Beneficios del Yoga – Emocionales

Ayuda a controlar el estrés y nos relaja. La práctica del yoga incide en la relajación muscular y en la mental. La respiración y los movimientos que promueve el yoga (asanas) ayudan a calmar la mente y a convertirnos en personas mentalmente más estables y fuertes. A la vez, sentirnos tranquilos y relajados nos proporciona estabilidad emocional, por lo que el yoga también puede ayudarnos en nuestra relaciones, tanto sentimentales como familiares o laborales.

Nos aporta energía y positivismo. La práctica del yoga y la meditación hará que nos olvidemos de los pensamientos negativos, mejorando nuestro estado de ánimo. A la vez, esta milenaria disciplina oriental nos servirá para recargar las pilas e insuflarnos una buena dosis de positivismo. De esta forma, las asanas aumentarán nuestra energía vital.

Mejora la memoria y favorece la concentración. El yoga es también una magnífica herramienta para potenciar nuestra claridad mental y facilitar la toma de decisiones. Su práctica nos ayudará a concentrarnos, a evitar distracciones y además potenciará nuestras capacidades memorísticas.

Aumenta la autoestima. El yoga nos ayudará a sentirnos mejor con nosotros mismos, favoreciendo una mejora en nuestra autoestima. Los asanas y la meditación nos ayudarán a autoexaminarnos y a eliminar los pensamientos autocríticos que tanto daño hacen a nuestra salud mental.

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Larga, popular y brava: la historia de la cueca

La historia de la cueca

Su origen es aún parte del debate, pero el mayor consenso es su base española y el aporte de la zamacueca peruana, que llegó a los salones del país en el siglo XIX. Hay cuecas para todos los gustos. Un baile popular que tiene sus derivaciones y cada vez más exponentes.

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Fue justo hace 60 años cuando le pegaron en una riña un puñete al Guatón Loyola, por dársela de encacha’o. Y hace no muchas décadas, Roberto Parra contó cómo mataron al chute Alberto “por lonyi y aniña’o”.

Los personajes, escenarios y paisajes del país  han sido retratados por la cueca. De la cordillera al mar. De norte a sur, incluyendo su flora y fauna. Es más, la historia de Latinoamérica cabe en una cueca. Puede ser en una cueca larga, nortina, porteña, campesina, chilota, chora o brava. Bien avivada, zapateada y escobillada.

La cueca está en el corazón de nuestra cultura y es la gran protagonista de las Fiestas Patrias. Pero aún hay dudas sobre su origen.

El político e historiador Benjamín Vicuña Mackenna (1831-1886) propagó la teoría de su origen africano. Particularmente de la danza “lariate” de Guinea. Le fue mal. Pablo Garrido la menciona en Biografía de la cueca, pero cada investigación posterior la descarta. Vicuña Mackenna citaba al viajero francés Jullien Mellet, quien en 1814, en plena Reconquista Española, vio bailar la “zamacueca negra” en Quillota.

“No hay consenso todavía de su origen”, dice el musicólogo Juan Pablo González. Sin embargo, comparte la teoría más aceptada: su origen español, específicamente de la tradición arábigo-andaluza. La cueca tendría semejanzas con los cantos moros que se desarrollaron en España tras la ocupación árabe entre los siglos IX y XVI.

“Es la teoría más documentada. Pero no descarto el componente afro, una cultura muy presente en el continente a inicios del siglo XX”, agrega el director del Instituto de Música de la U. Alberto Hurtado. Estudiosos del tema, como  Samuel Claro,  Fernando González Marabolí, Humberto Allende, se inclinan por esta versión.

La otra teoría retrocede hasta mediados del 1800. Es cuando la zamacueca peruana alcanza mayor popularidad. Y donde más se bailaba era en el barrio de negros de Malambo, en Lima. La zamacueca habría llegado a Chile por medio de partituras para ser interpretada en salones de baile, ya que su soporte de interpretación es el piano. También se le conocerá como “chilena”, “zamba” y “marinera”.

De los salones pasó al campo, donde se le llama definitivamente cueca. Y se suma, además del canto, el baile.

Otra versión del origen peruano es de José Zapiola (1802-1885). El militar y compositor la hace llegar del Perú hacia 1824  a través de los sones de las bandas del Ejército de ese país. Tesis apoyada por los estudiosos Eugenio Pereira Salas y Carlos Lavín. Pero 40 años después, tras la Guerra del Pacífico, la cueca vuelve al país con el nombre de “marinera”. En fin.

Las derivaciones de sus nombres son también otra historia. La más reproducida es la de Pedro Humberto Allende, quien dice que la cueca viene del término “gallina clueca”.

Más definido es el origen de sus canciones. “Sin duda, el cancionero tradicional es de raíz española y latinoamericana. Eso es indiscutible”, señala el músico y compositor Mario Rojas, quien homenajeará sobre el escenario en estos días  a Luis Hernán Araneda “El Baucha”, fallecido el sábado pasado. El fundador de Los Chileneros, cuyo grupo masificó la cueca brava con el disco La cueca centrina, de 1967.

Pero antes que “El Baucha”, antes que los hermanos Roberto y Eduardo Parra, el antecedente de la cueca urbana, chora y brava son las fiestas de La Chimba en el Santiago colonial. Baile que quiso ser prohibido por las autoridades eclesiásticas en 1829, por promover el placer carnal.

BARRIOS POPULARES

“Un pie está constituido de tres cuecas. Cada una de un minuto y medio. El baile parte cuando comienza el canto”, dice Mario Rojas.

“En Chile hay varios que bailan la cueca. Entre ellos puede citarse al Chilote Campos, que ha pasado su vida bailándola; la cueca para él ha sido una especie de evangelio”, anota Antonio Acevedo Hernández en su antología La cueca, donde recoge sus orígenes y letras. El libro data de 1953 y  acaba de ser reeditado por ediciones Tácitas. “Es la primera antología que toma la cueca como valor literario”, dice el editor Miguel Naranjo.

Acevedo Hernández rescata las cuecas más diversas: picarescas, amorosas, populares, cultas, de los trabajadores de las oficinas salitreras, las cuecas del Centenario, entre otras. En su lista de entrevistados está la folclorista Margot Loyola, considerada, junto a Violeta Parra, una de las grandes recopiladoras del canto chileno. “Dar una definición es difícil”, dice Loyola. “Creo que el baile es tan hermoso y dinámico, del alma chilena, que en la acción toma formas anímicas insospechadas por los danzadores”, agrega.

Para Juan Pablo González, los mejores letristas de cuecas son Mario Catalán y Las Hermanas Orellana. Para Mario Rojas, el integrante de Los Chileneros, Nano Núñez, y también Efraín Navarro.

En los años 40 aparece un grupo que será sinónimo de cueca campesina tradicional: Los Hermanos Campos. Nuevos compositores llegarán con el desarrollo de la cueca en la ciudad en la década del 60.

Los artistas se instalarán sobre todo en el barrio de Estación Central, donde la terminal de ferrocarriles conecta el campo con la metrópolis. También en lugares como el Matadero, la Vega Central, los conventillos de Mapocho y quintas de recreo en barrios bravos, con la figura presente del “Roto chileno”.

El género ganará fuerza y presencia con las canciones de Segundo Zamora, María Esther Zamora, Pepe Fuentes, el mencionado Catalán y las grabaciones de Los Perlas, Los Chileneros y Aparcoa.

Tras el Golpe Militar de 1973 el exilio rediseña el escenario. “La dictadura transformó la cueca en baile uniformado”, dice el actor y cuequero Daniel Muñoz. Un símbolo será para los familiares de detenidos desaparecidos la llamada “Cueca sola”, donde una mujer baila en círculo en la ausencia del familiar que no vuelve.

No por nada la aprobación formal de la cueca quedó registrada como baile nacional en el Diario Oficial, el 18 de septiembre de 1979. Así, el régimen busca apropiarse del concepto del huaso chileno, estableciendo las diferencias de clase social entre el patrón y el trabajador, cuyo territorio de mayor expresión es el rodeo.

“Estos señores pitucos no son de este planeta, les va a tiritar la jeta cuando les salga el cuco…”, escribió Roberto Parra en su libro inédito Décimas del Golpe, que se encuentra en la Biblioteca Nacional. El autor de La Negra Ester será el mentor de la cueca chora, cuyo repertorio incluye historias carcelarias, de prostíbulos y circenses. En  el pasado quedarán las canciones al copihue, la lavandera y la Cordillera de los Andes.

A mediados de los 90, la cueca se populariza entre las nuevas generaciones con el grupo Los Tres. En su disco La Yein Fonda (1996) rescatan el repertorio de Roberto y Eduardo Parra, así como las canciones de Pepe Fuentes y Segundo Zamora, a quienes también invitan a sus presentaciones.

A inicios del siglo XXI la cueca vive un nuevo aire y los ambientes populares son rescatados junto al menú de comida típica chilena.  La cueca es aceptada y promovida y atraviesa las clases sociales con la presencia del roto, el cuico y el guachaca… Todos en la misma fila, bajo el mismo parrón.

Fuente: La Tercera

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